
Te imagino fumando acodado en la barandilla de la terraza de tu nuevo piso. Contemplando las montañas nevadas, esas que llaman la Cordillera. Te imagino mirando el abismo bullicioso que se extiende a los pies de tu edificio. Sumido en la observación del paisaje aún inexplorado y extraño de tu ciudad nueva. Con los ojos allí y el corazón a caballo entre dos continentes dejándose mecer por los suaves vientos australes. Te imagino entrando en una nueva oficina, cruzándote con caras distintas (a las que no puedo evitar envidiar), asistiendo a consejos y reuniones que comparten el mismo tedio con los de aquí, pero un sabor distinto.
Te imagino acodado en tu terraza y un poco estremecido ante esta aventura. Imagino una sombra de mujer que aparece a tu espalda y te rescata de tu ensimismamiento y de pronto te recuerda que no estás solo y te veo sonreir.
Te imagino lejos, te siento aún cerca, como la brasa de este cigarrillo que ya se extingue entre mis dedos. Lo apago y tomo aliento antes de sumergirme en mi también nueva, jungla de cristal. Esta que ya no habitas tú.
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