Esta vez no erraré el tiro. Se dice Juan apostado en la azotea de su edificio. Desde esa esquina puede atisbar a cualquiera que se acerque. Se aferra a la vieja carabina y mueve un poco las piernas entumecidas. Lleva casi una hora en la misma posición. Ha desmontado y limpiado el arma con precisión de miniaturista. No, no va a fallar. Con ojos ansiosos, escruta el cielo. Una sombra se acerca. Al principio no es más que un punto pero en seguida se definen los contornos de un ave grande. En un latido Juan dispara y la cigüeña cae en picado. Ya es de noche.
Gracias a G.M. que me brindó la idea
8 comentarios:
Siempre es peligroso ser emisario de noticias indeseables... El relato tiene ímpetu, me gusta.
¡Gran final! Inesperado
oh oh, murió.
me encantó.
besos,
Vulcano.
muito bom.
Gosto daqui.
Maurizio
Curioso leer este texto precisamente el día que se han cargado en EE.UU. al francotirador que hizo de las suyas hace unos años.
Por suerte aquí la situación es algo menos dramática.
Saludos
Nos vemos por Madrid
Un curioso control de la natalidad...
Jo.
Fulminante.
Besos.
Muy bueno petite!
Publicar un comentario