domingo, 23 de noviembre de 2008

Madre de Dios VII



Al caer la noche Rosita por fin pudo cerrar el portón de la Iglesia de San Bartolomé. Había sido un día eterno, lleno de trajín y solo pudo respirar tranquila cuando apoyó su cuerpo cansado contra la pesada puerta. Agotada, dejó resbalar la espalda contra la madera hasta quedar sentada en el suelo. Se había levantado al alba y tras bañarse y vestirse con un vestido azul, había empezado a preparar la iglesia a las seis de la mañana. Luego vino la vorágine de la procesión, la misa, recibir las ofrendas de los peregrinos. Un tiovivo trepidante de gentes locales y viajeros, que llenaron el templo con sus pasos polvorientos. En un instante le vino encima todo el cansancio del día, se levantó del suelo y se dispuso a atravesar la iglesia que dormía en un silencio submarino. Solo la luz de la luna iluminaba la nave vacía. Cuando ya estaba a punto de subir las escaleras, sintió una voz que la llamaba en las sombras “Rosita” Se volvió inquieta, escrutando el negro espacio del que procedía la voz. “No temas, soy yo” y en la luz de un claro vio al padre Balbuena. No llevaba sotana y parecía un hombre cualquiera. “Rosita ven” Ella sintió un aliento cálido que la empujaba hacia aquel hombre. Había buscado su presencia durante todo el día y distinguirlo en la iglesia entre los fieles o en la plaza repartiendo bendiciones, le aportaba una tranquilidad nueva que no recordaba haber sentido nunca. Se acercó con pasos mudos mientras una oleada de fuego le recorría la espalda. “Padre”, murmuró cuando estuvo frente a él. “Alfonso”, replicó él mirando sus pies de niña que no estaban calzados con zuecos, ni con zapatos de tacón, sino que estaban desnudos sobre las frías losetas. Afuera en la plaza, estallaba la fiesta y los primeros acordes de la orquesta invadieron el templo amortiguados por los gruesos muros. Alfonso la aproximó con un abrazo tímido, ella dejó caer su cuerpo contra él, muy suavemente. La música flotaba en el ambiente como si naciera de las piedras. Aturdidos comenzaron a balancearse en un vano intento de calmar la agitación que nacía en su pecho. Él casi en un ruego le dijo: “Baila conmigo” Y ella se dejó arrastrar como llevada por las olas, en una danza torpe entre las columnas. Giraban y giraban sin apenas hacer ruido por la nave en penumbra. Los miembros al principio, rígidos, y las miradas perdidas, pero tras unos instantes encontraron una perfecta sincronía y en un momento sus ojos se encontraron. Se miraron a los ojos como nunca antes se habían mirado, como si fueran el primer hombre y la primera mujer sobre la tierra. Él se asomó al abismo de aquellos ojos negros y conoció sus noches eternas de doloroso placer verde. Ella, las mortificaciones en el seminario bajo un hábito de barro. Él vio su infancia desvalida, creciendo al sol del patio de su tía. Ella vio al niño Alfonsito corriendo por una playa desierta. Él leyó una a una, todas las páginas de los libros que el maestro prestaba a Rosita. Ella tembló frente a la inmensidad inabarcable de una mar que jamás vio. A cada vuelta que daban olvidaban más quiénes eran y dónde estaban y ya solo existía la piel cálida del otro, el deseo de mirar siempre por aquellos ojos que eran promesa y camino. Tan lejos estaban ya de Madre de Dios, que apenas sintieron la explosión de la pirotecnia que estaba almacenada en un cobertizo junto a la puerta y que hizo temblar los cimientos del edificio. Cuando se derrumbaron los muros, ya habían dejado de ser Alfonso y Rosita, y no les costó nada escapar de los límites invisibles de aquel pueblo maldito

3 comentarios:

La Gata Insomne dijo...

Qué maravilla!!!
has sabido llevarnos con calma pero si pausa a este...???? climax????
pues sí, ya esres experta en este género pseudo-erótico, aunque no l quiera!!!!
quiero pirotécnia!!!!

cómo no te ibas a ganar todos los premios????

como dicen por tu tierra: la has bordado

más besos y felicitaciones

vulcano dijo...

FELICITACIONES, es espectacular, tiembla todo el volcán.

Besos de lava,

Vulcano.

Pedro Estudillo dijo...

Sólo me queda felicitarte muy sinceramente por este maravilloso relato que has compuesto.
Escribes muy bien, en serio, estoy seguro de que conseguirás todo lo que te propongas.

Besos.

Pd.: Sí, estamos esperando un hijo adoptivo. Gracias por tus palabras.