domingo, 22 de octubre de 2006

Perdida en el paraiso

¿En qué momento mi cartera decidió que no quería vivir más conmigo? Tal vez le agobiaba el trasiego constante de bolso en bolso intentando seguir mis anhelos por ir a la moda, o decidió que quería vivir una aventura más allá de los límites de mi vida burguesa. Lo cierto es que me dejó, esa es la única explicación a su desaparición que encuentro, ya que en el cortísimo trayecto que había desde el bar de la estación a la puerta del autobús, no hubo ninguna mano maliciosa al acecho. No recuerdo haberme cruzado con nadie y estoy segura de haberla guardado cuidadosamente en el bolso después de pagar el cortado en la estación. Lo único que sé es que al llegar a la puerta del autobús e ir a pagar al conductor, ella ya no estaba.
Se fue dejándome sumida en la desesperación. De un golpe me robó mi identidad, mi poder económico, mis garantías sanitarias y algunos recuerdos manoseados y marchitos. Como despedida sólo me dejó la incertidumbre de si lograría coger un avión en las próximas dos horas, sujeta a la incompetencia policial y a la buena voluntad de un funcionario de Iberia.
No le hago reproches, entiendo que el tiempo y la calidad de vida en una isla tropical no tienen parangón con la monotonía gris y sucia de la ciudad. Yo también habría saltado del bolso y del autobús y de la ciudad si hubiese podido, sólo le reprocho su malicia al dejarme indocumentada, insolvente y desamparada en una isla donde irremediablemente sólo le conocía a él.

2 comentarios:

silencio dijo...

EL HILO DE LA FÁBULA

"El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro o, como quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera, ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, su amor.
Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que detrás del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.
El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad"

J. L. Borges, Obra Poética

Anónimo dijo...

Me gusta. Es original. El final, precioso.