domingo, 19 de abril de 2009

Última noche en casa de Miguel Camejo


Me he levantado antes del alba. Lo cierto es que apenas he podido dormir unas horas. No estoy nervioso, ni me ha entrado el canguelo, es sólo que anoche me di cuenta de la cantidad de tiempo que voy a estar sin ver mi casa e incluso que tal vez no la voy a volver a ver y me ha parecido una pérdida de tiempo pasarmela durmiendo. Asi que he decidido permanecer con los ojos muy abiertos, como si fueran el objetivo de una cámara registrando en mi cabeza todos los detalles de estas cuatro paredes. Salgo al patio y busco la lata que tengo escondida junto al aljibe donde guardo el tabaco. Mirando el cielo, me lio un cigarro. Se ven las estrellas así que mañana seguro hará buen tiempo para la travesía. A pesar de haber crecido entre barcos nunca me he embarcado tanto tiempo. Padre me ha dicho que hasta Cádiz hay cinco días y allí es donde dicen que nos mandan. No tengo miedo, los chicos de los campos sí, muchos no saben si quiera nadar, pero yo sí que sé. Llevo tres años ganando la travesía a nado del Charco, el día de San Ginés. No tengo miedo, Remedios sí. La tarde anterior la pasé con ella. Yo no paraba de hacer bromas y pavonearme de los tiros que iba a pegar y de todas las cosas lindas que le traería de la Península a mi vuelta, pero ella no se reía y tenía los ojos rojos como al borde de las lágrimas. Ya al despedirme me dejo besarla un rato largo, sin importarle que nos viesen. Su boca sabía al maní que le había comprado. Empiezo a sentir el relente en la cabeza, porque me han pelado esta mañana y me meto en casa. La Vieja se puso a llorar cuando me vió rapado. Yo me di un par de vueltas por el pueblo para que todos supiesen que me iba. Muchos chicos me miraban con admiración y yo sé que con un poco de envidia y les he contado lo de la instrucción y el uniforme. Camino por la galería que está dormida y silenciosa a esta hora y me detengo ante la puerta del cuarto de mis hermanas. Se oye un rumor muy débil de respiración y alguna vuelta en las sábanas. Huele al agua de colonia que todas usan. Me llego hasta la puerta del cuarto de mis padres pero me da miedo despertarles y me quedo detenido a unos metros de la puerta, pensando en todas las veces que he entrado corriendo de niño para besar a la Vieja, para jugar por la habitación y mirar las cosas de Padre, la máquina de escribir y los papeles que nos tenía prohibido que tocasemos. Hace tiempo que no entro. Ya no soy un niño. Empieza a amanecer y como oigo moverse a Padre me vuelvo a mi cuarto. Al rato salgo como si me acabase de levantar y ya está la Vieja haciendo el desayuno. Me lo como sin ganas, y aprisa porque ya está Padre esperando con el camión para llevarme. Me dirijo a la puerta sin despedirme de mis hermanas que aún duermen y con la Vieja detrás pisándome los pasos. Ya en la calle le doy un último beso en su mejilla reseca y me monto en el camión de Padre. Ella se queda en la puerta viendo como el camión se aleja y yo la miro hasta que se hace muy pequeña y desaparece en el horizonte.



Miguel Camejo era el hermano de mi abuela. Murió en Vitoria, en la Guerra Civil, con 17 años

14 comentarios:

Alimontero dijo...

Me he quedado pegada leyendo tu relato...dos y hasta tres veces.
Cruda historia de miles de jóvenes...
Estuve en noviembre pasado en Tarragona en un curso, y ahi escuché muchas historias como esta...no sabes cuánto dolor ví, presencié.
Gracias por contarme la tuya,
has hecho que me emocione verdaderamente.

Mis saludos yrespetos,

Desde Chile,

Ali

silencio dijo...

...............
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Increíble
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No tengo palabras... esto es lo mejor que has escrito y lo mejor que he leído en mucho tiempo! Me quito el sombrero y te hago una profunda reverencia.

Nena, a por todas...

Anónimo dijo...

Anteriormente, te intenté dejar un comentario pero tuve problemas.
Gracias por la visita, Ariadna.
En cuanto al texto, me gusta la ingenuidad y frescura con la que el personaje de Miguel narra sus últimas horas antes de embarcarse hacia el horror que siempre supone una guerra civil. Es contradictotio y es hermoso. Buen relato inspirado en la historia de tu familiar.
Un abrazo.

El mejor profeta del futuro es el pasado dijo...

Que triste y más viendo que es o ha sido una realidad como la de tantos...

Ignacio Bermejo dijo...

Uffffff.... me conmueven estas historias de victimas de la guerra. Un testimonio triste y conmovedor. Una realidad injusta que espero nunca se vuelva a repetir. Un beso.

isis de la noche dijo...

Hola Ariadna... ya había venido a leer tu relato, pero la impresión que me causó me dejó sin palabras, cuando me hizo pensar acerca de lo inevitable..

Hoy regreso para leerlo nuevamente y me invade la misma sensación que me deja sin palabras...

Pero te dejo estas pocas para agradecerte por tu visita de hoy a mi blog, pues me encantó la coincidencia: he escrito sobre el laberinto y la primera en comentarlo eres tú, la "mujer en laberinto", cuyo nombre simboliza el alma que nos provee del hilo que nos sacará del laberinto... o sea, la memoria ;)

me encantaron tus palabras, es muy sabio lo que dices... Y espero que tus días lleguen llenos de esas revelaciones fascinantes, que te ayudan a seguir el camino..

un abrazo inmenso!! ;)

desde mi noche, sí... ;)

I. Robledo dijo...

A veces uno no puede decir mucho, solo desear que esas cosas no vuelvan nunca jamas.

Tremendo tu escrito, en el mejor sentido de la palabra.

Un abrazo en la distancia

TORO SALVAJE dijo...

Que pena que me ha entrado.
Una tristeza infinita.
Cuánto dolor.

Saludos.

VISION DE ARLEQUÍN dijo...

Hola desde un maravilloso lugar de México. Vine a desearte un lindo día y de paso a leerte.

Te invito a visitarme, ciao.

"La vida es un gran circo, pero sin espectadores"

Miguel Rodríguez dijo...

Qué buen texto el de esta especie de crónica emocional.
Me conecté totalmente con lo narrado y el dato del final me sobrecogió.


Muy bueno!

alba dijo...

Ya está, he entrado en el laberinto y me he quedado atrapada, pero es de estas veces que no quiero salir. También me he quedado atrapada en la casa de tu historia. Las últimas noches nunca se olvidan.

Un dulce beso.

Anónimo dijo...

Muy bueno, muy bueno. Sus pensamientos breves, el deambular por la casa dormida, la sensación de incertidumbre y al final la realidad sobrecogedora. Lo mágico de escribir es volver a dar vida a quienes ya no pueden soñar con otra mañana más. Aquel chico ha vuelto a pasear por la casa de tus padres guiado por tu mano...
Alicia

Una extraña y sucia belleza dijo...

Excelente texto, quedé pensativa y algo conmocionada por lo que cuentas, sumnado la manera como lo cuentas. Súblime.

La Gata Insomne dijo...

Bueniiisimo amiga
cada vez mejor

qué triste y humana historia
es que sabes pararte donde debes
para "echar el cuento"