Ya aquella misma tarde no sabría si había sido real o lo había imaginado. Buscaría con palabras torpes el cómo relatar a su familia expectante, debatiéndose entre la preocupación y el excepticismo, lo que le había sucedido. Trataría de asir en su mente unos pocos fragmentos azules, el huidizo fluir de una cabellera flotante, un destello plata bajo la superficie del agua. Esforzándose por retener imagenes cada vez más desibujadas, fracasaría al evocarlas ante ojos que él ya siempre adivinaría cargados de burla, con palabras imposibles que se deshacían al llegar a sus labios. No hubo quién le creyese y con el tiempo decidió no hablar más de ello, desesperanzado por no poder compartir la increible historia del día en que vió a una sirena.
sábado, 11 de abril de 2009
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4 comentarios:
Bello texto...
Yo también callaría...
Besos, Guapa!
Cañas a tu vuelta?
Ariadna, no importe si le creen... lo importante es haberlo vivido.
te abrazo
MentesSueltas
Yo un día también la vi.
Y no lo he contado hasta hoy.
Besos.
Amiga cada vez escribes mejor
me encanta como vas deshilando o hilando el texto
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