martes, 27 de enero de 2009
Metro
El metro es el lugar perfecto. Es allí donde más veces he estado cerca de ellas. En plena hora punta por las mañanas, cientos, miles de ellas se dirigen a sus trabajos. Son tantas. Yo aprovecho la aglomeración para acercarme. La mayor parte fingen no verme, los rostros ausentes y la mirada pérdida en la oscuridad del vagón. Pero yo las miro, las miro siempre, es mi oportunidad de observarlas de cerca. Míralas. Sé que ellas se dan cuentan, evitan mis ojos, pero leo en sus rostros. Se despiertan cada mañana y escogen cuidadosamente su ropa, su peinado, se maquillan y luego pretenden no querer que las mire. Mira a esa serán puta. Pero sí yo sé qué es lo que quieren. Me quedo mirando a una fijamente. Por supuesto se da cuenta desde un principio, finalmente no puede resistirse y me mira. Es un instante de fuego. Me observa con desprecio como si fuera un perro e inmediatamente vuelve a girar el rostro. No sé quien se han creído que son todas esas zorras, con su maldito aire de superioridad. Son rastreras. Llevo buscando años, a alguna distinta, alguna que al mirarme refleje bondad o simpatía, pero es imposible, no hay nada bueno en ellas. No, hasta tu madre era una harpía. Esta mañana he estado mirándome un rato en el espejo y no hay nada en mí, son ellas. Eres un hombre absolutamente normal. Me he visto de repente mayor y cansado, muy cansado. Tú te mereces descansar. ¡Pero no puedo! Esas malditas no me dejan, toda mi vida gira en torno a ellas. Hoy es el día. Espero en el andén hasta que va llegando gente. Las distingo de lejos, hay muchas. La más guapa, tiene que ser la más guapa. No sé cuál es la más guapa. Búscala. Pero sí ya la veo, parece que flote sobre el suelo. Es delgada y alta, lleva un abrigo azul. Solo puedo ver su perfil, pero es muy hermosa. Date prisa. Se detiene próxima al borde del andén, echa una ojeada a ambos lados consulta su reloj. Me acercó por detrás. Se oye el ruido del tren que se acerca. A qué esperas no pierdas ni un segundo. La agarro por los hombros y la empujo. Gira la cabeza y me clava sus espantados ojos en silencio. Sus ojos.
Etiquetas:
ficción
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Nena, esto te lo estás medicando ¿verdad?
:)
No sé si decirte que me ha encantado, pero precisamente por eso creo que está muy bien escrito.
Un besote enorme!!
Este si que es un post en labertinto, no puedo escapar de él.
besos de fuego ruidosos,
Vulcano.
Me imaginado esta escena varias veces. Esa idea que juega en mi mente cuando miro a esas "famas" tan cerca del vació del metro.
Un inicio hermoso hacia lo que esas "zorras" llamarían locura. Genial.
sea lo que sea que te has medicado no se te ocurra soltarlo, aunque los efectos secundarios sean terribles
me da flojera repetir que cada día escribes mejor
besos y a Bruma
Un relato tremendo. Refleja la agonía de un ser aislado en el mundo y despreciado por sí mismo.
Algo demasiado frecuente en la vida real (¿o era real el relato?).
Un beso.
Por desgracia eso ha ocurrido de forma parecida varias veces.
Tremendo.
Besos.
Me ha encantado, flipo con esa línea tuya destructiva y poética a la vez... es una faceta que no conocía... y me encanta ;)
Publicar un comentario