Fuimos a un asador vasco: Mesa para dos, croquetas de txangurro, por aqui por favor, tortilla de bacalao, ¿fumador? por supuesto, cocotxas de merluza, "Que tal estaba todo?, un orujo.
La botella de rioja entre dos no fue suficiente para aflojar mis nervios. La conversación seguía su senda habitual con paradas programadas en el trabajo, el piso, qué tal le iba a mis amigas de la infancia. No tenía por qué decirlo, aquella comida podía ser una más, no era necesario. Salí del restaurante contenta decidida a dejarlo pasar, pero un cielo plomizo que amenazaba lluvia me devolvió a la realidad. Era absurdo, tenía que hacerlo. En un semaforo tragué saliva y le dije: "Papá tengo que decirte algo". Mi padre me miró muy serio y me dijo: "¿Qué pasa hija?""Papá, tengo novio" le dije y el cielo llenó mis días de niña de agua.
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Vuelta al taller...
3 comentarios:
jajajajaja... ya no serias tan niña no??
Mi querida hermanita, si es cierto que para nuestros padres.. incluso teniendo 50 años somos sus pequeños niños.. pero.. no entiendo porque ese.. ups.. espera..
Osti.. que fuerte.. ahora lo acabo de entender.. Lo estoy escribiendo tal y como lo estoy pensando Ari.. ¿joder que palo para tu padre no?
Su niña que iva a ser monja.. espera.. no.. no pueder ser.. es tan solo mi imaginacion desvocada ;)
Un besote hermanita.
Después de una buena comida, un buen vino, una está preparada para decir todo lo que no se atrevería a decir con un bocadillo de mortadela y un vaso de gaseosa, ¿no? Enhorabuena por el atrevimiento...
Esta historia, cuento o anécdotya es lo más tierno que he leído en tiempo.
Puedo morir por el ORUJO!!!! y aquí en mi isla NO SE CONSIGUE!!!
aunque creo que ni malo es.... parece que me transforma en MEIGA!!!!
Besos
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